Vamos que es carnaval
"Vamos que es
carnaval, decía mi Madre"
Hacía poco que nos habíamos mudado a la casa de mi
Abuela, en el Pasaje Echeverría 5525 (Villa Real, CABA) y llegó el carnaval, yo
seguía extrañando la casa donde vivíamos en Alpatacal 644 (Parque San Martín,
Merlo, Buenos Aires), era una casa con habitaciones grandes, yo tenía la mía y
era gigante, claro para una nena de 6 años y medio todo es gigante, además la
casa tenía un terreno de 40 metros, con arboles frutales y un gallinero, yo tenía a mis amigos con quienes salía a
jugar por la tarde, Marina, Tony, Andreina, Beto y Omar, con Beto éramos muy compinches
así que este carnaval, me ponía triste,
me costaba adaptarme al barrio y a los chicos del barrio, hacer nuevas
amistades no era lo mío, además era la ciudad, si bien la calle todavía era de
tierra cuando vine a vivir, la ciudad hacía parecer a todos como que tenían
otros códigos.
A Mamá le encantaba el carnaval y ver las comparsas,
en el corso de Beiro y Lope de Vega, es más las murgas dejaban sus micros
estacionados en el barrio, a veces en la cuadra y nosotros los veíamos bajar e
ir al corso, eran tiempos donde todavía nos sentábamos en la vereda en las
noches de verano, así que Mamá me arrastraba al corso, por las noches, el cual
yo padecía, por el nivel de agresión que había, los chicos y los adultos te
tiraban esas espumas insoportables en los ojos, el agua con perfume a no se que,
o te pegaban con algún elemento que era común en esos tiempos, no entendía eso,
pero bueno, Mamá lo disfrutaba, sólo me divertía cuando subían al escenario las
murgas, la gran mayoría estaban compuesta por mujeres y hombres adultos, no se
veían chicos, como vemos hoy en las murgas barriales, recuerdo que ahí vi por
primera vez, una comparsa sólo de hombres vestidos de mujer, así supe que era
un travesti, esa fue la comparsa más divertida de esa noche.
Yo seguía sin hacer amigos, para jugar por las tardes
al carnaval, como jugar en una casa ¿donde no había lugar para esconderse?,
todo era tapias altas, patios de baldosas y cemento, el pequeño jardín de casa,
ahí mi abuela tenía sus plantas, así que imposible, en la otra casa, estaban
las tapias bajas, lo parques te metías en la casa de uno y otro y no importaba,
acá no podías hacerlo, ¿donde esconderse?.
Con los años, sólo con los años, cuando crecí me hice
algo amiga del carnaval, quizás porque íbamos en barra, a los bailes de
carnaval que se hacían en el Club La Madrid, en Devoto, el que está a una
cuadra de la Cárcel y todos nos juntábamos por la tarde a jugar entre nosotros,
en la cuadra del pasaje que era la menos transitada por los autos, sólo
parábamos cuando ya, nos quedamos sin las bombitas de agua y debíamos volver a
llenar, o cuando pasaba el patrullero y el carnaval estaba prohibido, por la
junta militar de esos tiempos, nosotros todos mojados, nos sentábamos en el
cordón de la vereda a las tres de la tarde, como si nada, sólo nos miraban y
seguían, sabíamos que volverían a pasar así que estábamos atentos, creo que
cuando comprobaban que sólo éramos adolescentes que jugábamos entre nosotros,
no volvían a hacerlo.
Después me mude a Villa Raffo, Tres de Febrero,
Buenos Aires, a pocas de donde me críe, crecí y el Carnaval se volvió un
recuerdo lejano, que a pesar de los feriados de carnaval de los últimos años,
sigo descubriendo que los chicos no juegan, a los corsos, por supuesto que no
voy.
Vamos que es carnaval y nos tomamos unas pequeñas
vacaciones de la rutina diaria.
Stella Maris Leone Geraci
Artista Plástica, Fotógrafa, Escritora